22.3.12

Fantasma

Regresé del pequeño super que está frente a la librería. Ese día Alfonso, el cajero, había descansado, y entonces tuve que ir yo misma a comprar una botella de agua. Cuando entré, me quedé hablando con el guardia, decía algo sobre un niño que había intentado robar un libro, entonces escuché esa voz. Los rusos son inconfundibles, puedes reconocerlos aunque no conozcas una sola palabra en su idioma. No tenía ni idea de qué decía, pero me hizo sonreír. Al dar la vuelta para acercarme al módulo de información, lo vi. Ahí estaba Andréi Tarkovski, con su bigote y las arrugas chistosas al sonreír, junto a la boca y los ojos, con la nariz grande, el pelo rebelde, los dos hoyuelos que se le formaban entre las cejas. Era él. Quise preguntarle si podía ayudarle a encontrar algún libro, pero mi ruso es peor que mi checo, danés y yiddish juntos.